sábado, 16 de mayo de 2009

La desmemoria /4
Chicago está llena de fábricas. Hay fábricas hasta en
pleno centro de la ciudad, en torno al edificio más alto
del mundo. Chicago está llena de fábricas, Chicago está
llena de obreros.
Al llegar al barrio de Heymarket, pido a mis amigos
que me muestren el lugar donde fueron ahorcados, en
1.886, aquellos obreros que el mundo entero saluda cada
primero de Mayo.
- Ha de ser por aquí - me dicen. Pero nadie sabe.
Ninguna estatua se ha erigido en memoria de los mártires
de Chicago en la ciudad de Chicago. Ni estatua, ni
monolito, ni placa de bronce, ni nada.
El primero de Mayo es el único día verdaderamente
universal de la humanidad entera, el único día donde
coinciden todas las historias y todas las geografías, todas
las lenguas y las religiones y las culturas del mundo;
pero en los Estados Unidos, el primero de Mayo es
un día cualquiera. Ese día, la gente trabaja normalmente,
y nadie o casi nadie, recuerda que los derechos de la
clase obrera no han brotado de la oreja de una cabra, ni
de la mano de Dios o del amo.
Tras la inútil exploración de Heymarket, mis amigos
me llevan a conocer la mejor librería de la ciudad. Y allí,
por pura curiosidad, descubro un viejo cartel que está
como esperándome, metido entre muchos otros carteles
de cine y música rock.
El cartel reproduce un proverbio del África: Hasta que
los leones tengan sus propios historiadores, las historias
de cacería seguirán glorificando al cazador.



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